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Quebrarse para abrirse.

Ninguna experiencia, por demoledora o tortuosa que parezca, es en vano. Todo lo que te sucede es atraído a tu vida como un medio para ayudarte a evolucionar hacia lo que estás destinado a ser aquí en la tierra. Lo que importa no es el hecho, sino aquello que abre tu interior. 

– Oprah-

Como buscadora espiritual sé que es un viaje que requiere que abraces, no solo lo que es completo y bueno en tu vida, sino también que examines constantemente las heridas enterradas durante largo tiempo que permanecen ocultas por debajo de una superficie cuidadosamente elaborada. 

En mi vida seguían apareciendo versiones de mi herida de la infancia con diferentes disfraces. Permitiendo traspasar los límites, en vez de enfrentarme a ellos. Perdiendo mi poder, mi valía, mi estima. Permitiendo abusos de poder, actos de violencia, de falta de respeto, etc.

Y la vida te invita a: “confrontar la situación, en vez de seguir reprimiendo los sentimientos”. Y la vida te lleva a ese “click” que te lleva a quebrarte para abrirte. 

Cuando albergas capas de represión, de heridas, miedos, creencias… ciertas situaciones pueden forzarte a afrontar esos sentimientos que has mantenido a distancia. 

Iniciando un camino de muerte y renacimiento.

La muerte: es dejar ir, soltar, cerrar ciclo / etapa.

El renacimiento: abrirse a una nueva etapa, en un nuevo renacer de la identidad. 

En esos procesos de crisis / transformaciones vitales estamos viviendo una etapa de muerte y renacimiento. 

De dejar ir, cerrar ciclos, y nacer en “un nuevo yo”, en un nuevo ciclo. 

Cuando algo se despoja en tu interior, transitas días muy oscuros, cada capa del sentir, de cada herida abierta, y de su escozor, sintiendo la piel desgarrándose a tiras, como si de la piel de una serpiente se tratase que va mutando, transformándose. 

Sintiendo el vacío más grande. Sintiendo que tu identidad está siendo transformada.

Es todo un viaje. (Y sé que poderoso gracias a sufrir un naufragio). 

Te hablo con conciencia del proceso, te escribo transitando el naufragio de lo que creía que era mi vida, lo perdí todo, mi seguridad, mi identidad, mi apoyo, mis referencias de vida.  Todo se derrumbó. Todo cambió. 

Te escribo inmersa en un proceso de toma de decisiones. Estas decisiones implican un reto para mí, soltar una vieja identidad, el mundo en el que creía que yo era, trascender mis versiones, mis creencias, lo que yo creía como vida. 

Y en lo profundo de esa pérdida, descubrí quién era realmente.

Es el camino para una identidad desde tu “yo” más puro y auténtico, libre y desde su esencia. Desde su luz, tu luz. 

Hay que transitar el camino entre el dolor, el desgarro de soltar una identidad, una estructura, un ideal, que ya no es, entre el dolor, la exigencia y la vulnerabilidad, para dejar paso a lo nuevo.

Transitar entre el camino entre dragones, entre miedos, entre el gran vacío.

En el dolor, en la incomodidad, en la incertidumbre, nos vemos en nuestras sombras, miedos, creencias, en nuestra propia vulnerabilidad. 

Duele, pero sana.

Es el momento de despojarnos de los trajes. Despojarnos de ciertas creencias, hábitos, costumbres tóxicas de relacionamiento. Para vivirte desde tu traje. 

Duele, pero sana.

Pregúntate. ¿Dónde no te estás dando tu lugar? ¿Dónde no te estás reconociendo? ¿Dónde estás perdiendo tu poder, tu luz? 

Pregúntate, ¿Qué me está mostrando la vida? Todo lo que te esté mostrando la vida es para tu crecimiento y aprendizaje personal. 

Parar. Tomar conciencia de tus heridas, de tus miedos, bloqueos… Es un “shock” grande, verte en tus entrañas, es de valientes. 

Sentir el despojo de tu piel, transitar la incomodidad, el dolor, el vacío a la transición de sensación de pérdida absoluta. Es de valientes. 

Era el momento de “despojarse” de los trajes, de soltar años de supervivencia, de heridas, y recuerdos dolorosos. 

El tapar, estalla. 

Y estalló.  ”Me quebré para abrirme”

Y quebrarse es esencial para ese renacimiento. Desde el “nuevo yo”.

 Sanar, es perdonarnos, es cerrar, es despedirse desde el agradecimiento, dando la bienvenida a una nueva etapa y versión de ti mismo. 

Sanar es pasar el duelo de despojarse de algo. Es atravesar el vacío, el desierto, deshacerse de algo, alguien… que ya se acabo. Se desvanece lo que creías como estructura, visión de vida, proyecto.  E inicia un nuevo camino para ti. 

Comienza el camino de dejar ir.

El “sí”, a la nueva etapa: a un nuevo yo, una nueva vida, hacia lo que tú eres y quieres. Una nueva vida más real, más auténtica, más vida.  

En el umbral del dolor, relativiza, valora y agradece todo lo que te aporta el proceso y lo que tienes de valor, de acompañamiento y de sostén en el mismo. 

Toma consciencia y presencia de lo bueno que la vida te está dando. 

No hay sombra sin luz. 

No hay tormenta y sin rayo de luz, no hay arcoíris. 

Cierra cada etapa con agradecimiento. El cierre de un proceso de duelo, de “despojarse” de algo, no es desde el adiós, si no desde el agradecimiento. 

¿Te sientes preso a un suceso del pasado?

¿Te sientes preso de tu antiguo “yo”, de creencias y situaciones pasadas?

Estás en el camino de “quebrarte para abrirte”

Las mayores revelaciones tienen lugar en tiempos de agitación y desesperación profundas: la pérdida de trabajo, una ruptura, una muerte, una enfermedad… estas son algunas situaciones que nos pueden abrir de par en par. 

E inician “Las noches oscuras del alma”.

La vida trata de empujarte hacia otra dirección, estas abriendo la puerta a tu próximo gran viaje. Ninguna experiencia es en vano, ten lo por seguro.

Los retos nos animan a ver nuevas oportunidades, cuando ponemos resistencia solo aumenta el sufrimiento, negarnos a ver la verdad de la situación es negarnos a nuestra evolución y aprendizaje en la vida. 

Tienes la opción de quebrarte, permanecer así y finalmente apagarte, o bien, abrirte desde el dolor. Se trata de tu compromiso, de tu actitud ante la situación que estés afrontando.

“Estoy atravesando un periodo difícil y no voy a perder esta valiosa experiencia, esta oportunidad de convertirme en la mejor versión de mi misma”.

Todo lo que has aprendido es a través de la humillación, el pecado, el fracaso, el rechazo y la traición. Es ahí, cuando el alma se expande. 

En la rendición y en la aceptación, está la sanación.

La rendición. Rendirse ante el control, rendirse ante la retención. Rendirse ante la vida.

La aceptación. Si podemos aceptar, hechos como las horas del día, los kilómetros de un viaje, el verano, hechos de la vida. Podemos aceptar otros hechos de la vida.

Con la aceptación: “todo lo demás cedía del paso”… Todos sufrimos y vivimos momentos adversos en la vida, decisiones, dificultades… que forman parte de la vida. 

Tomar conciencia de ello, supuso un inicio a la aceptación. Y comprender que podemos aceptar los hechos de la vida. 

En el proceso de despojarse de aquellos trajes, de: viejas estructuras, creencias, miedos, bloqueos…, me decía: “acepto lo que tenga que perder, lo que tenga que ser, yo no lo controlo, me rindo y confió en la vida”. Desde el Amor Fati, (un concepto estoico), aprendí a aceptar la realidad como es, todo tiene un “para qué”. Y es que el amor Fati, es el amor al destino.

Trascender el vacío, el camino, desde el agradecimiento, desde la fe que la vida te lleva al destino que te corresponde.

Aprecia todo lo que tienes en tu vida, estate presente, para un segundo y observa y agradece, aunque te encuentres totalmente desesperado, presta atención “habías centrando tu vida en algo que no te pertenencia, y te hallabas en un camino que no era tuyo, si no, no estarías así. Te encerrabas en algo o alguien que no te pertenecía, no soltabas un ayer que no te pertenecía. 

A veces nos cuesta creer ciertas cosas que sí han ocurrido, creyéndonos inmunes a ciertos sucesos ordinarios de la vida, y no pudieras superarlo. Y solo con la aceptación de lo que sucedió inicia el camino de la sanación.

Aprender de situaciones dolorosas no es fácil, queremos que sea una tarea fácil, pero no lo es.  

El corazón tiene que abrirse.

Cuando las circunstancias y situaciones vitales nos presionan, la única forma de superarlas es ir hacia dentro y plantearnos preguntas sumamente poderosas, y la vida nos responderá cualquier interrogante.

Existen cuatro miedos.

  • Miedo a que te dejen de querer o rechacen tu amor. La mente humana simplemente no puede manejar esa situación.
  • Es el miedo a sentirte impotente o desamparado y, por tanto, no estar seguro de tu ser. Se trata del temor de no estar a salvo.
  • El miedo a la adición, que no es al chocolate, sino al control. Así pues… el miedo a perder el control, el control de ti mismo, y el control de otros, la pérdida del control de qué, cómo y cuándo sucederá lleva al ego al colapso total.
  • El miedo a que no te consideren valioso, digno, ni necesario.

La ira es una realidad de manifestación de uno de estos miedos: que te dejen de querer o rechacen tu amor, verte impotente o desamparado y por tanto vulnerable, de modo que de no ser vulnerable, deseas mantener el control, y cuando no puedes controlar cómo alguien hace lo que está haciendo, se te despierta el miedo y eso nos lleva a la ira.

Pero la ira tiene un aspecto, te explico, nunca te enfadas por el motivo que piensas. No nacimos con ella, sucedió algo que te suscitó una respuesta de indefensión, desesperanza, vulnerabilidad, impotencia y falta de control y eso produjo una impresión. 

Y cada vez que algo sucede parece, suena o huele como si estuviera relacionado con ese impresión, hace aflorar esos sentimientos, y la ira aflora, de modo que crees que estás enfadado porque tu cariñito te dejo, pero no, no es el verdadero motivo, tu cariñito ha sido el desencadenante, y ha entrado en tu vida para recordarte que hay algo en tu interior que necesitas gestionar.

Justo debajo de la ira hay un pozo de dolor, y mantenemos esa rabia debido a que nos aporta control, y nos da miedo penetrar en la herida, debajo de la herida está el amor, la toma de conciencia, de aprendizaje, la sanación a la herida. 

Te propongo que hagas lo siguiente: deja caer tus manos a los lados de tu cuerpo y desconecta el cerebro. Esto significa cerrar los ojos, respira, deja que aflore la herida, invítala a manifestarse, has de acceder al sentimiento verdadero, llegar hasta él y sumergirte en él.

Ahora, tras el sentir, pregúntate: ¿Qué miedo emerge tras la ira? ¿Cuál es el suceso que viví que escondo bajo las barreras del control? ¿Qué se ha despertado en mí tras esta situación? ¿Por qué deseo tener el control?

En la situación que estés viviendo, gira el espejo hacia dentro, y pregúntate, ¿Qué me está mostrando?

Y solo, solo, con dejarte abrir, con amor, podrás sanar la herida. 

Si te hallas en una situación difícil. Pregúntate. ¿Qué está tratando de mostrarme la vida? ¿Qué está emergiendo en mi vida? ¿Qué está requiriendo de su sanación? ¿Cuál es el don que puedo compartir? ¿Cuál es mi propósito? ¿Por qué / para qué estoy en este planeta?, estas preguntas te empoderan y el universo te guía en su respuesta. 

Toques, codazos, señales, intuiciones, símbolos, sueños, que la vida te mostrará como guía, respuesta, a tus preguntas. 

La cuestión en estas situaciones, es que nos hacemos preguntas erróneas… como.. ¿Qué está fallando? ¿Por qué a mi? ¿Quién tiene la culpa?, son preguntas que te quitan poder, que te restan. 

La pregunta es un elemento fundamental del proceso, la sinceridad desde donde la planetes es clave, tu capacidad y disposición, es esencial. 

En cualquier situación en la que te encuentres, con independencia del desafío que se presente, siempre puedes ir a tu estado de ser. 

¿Y cómo puedes acceder a tu estado de ser?

Al detenerte y seguir la regla del STOP.

Al margen del reto que estés viviendo, te detienes. Respiras hondo unas cuantas veces y sonríes a tu cuerpo. Y observas lo que está sucediendo en tu cuerpo y en tu mente, y luego actúas con bondad amorosa y compasión. 

Apúntate, “La regla del STOP”:

S: suspendes la acción en ese momento, te detienes.

T: tres respiraciones profundas.

O: observas.

P: procedes con bondad, alegría y amor.

Ese es el estado del SER, la forma más elevada de la inteligencia humana. 

Y es que en el tránsito del camino, perdemos la noción del presente y del agradecimiento. Para, respira, observa, agradece, confía y sigue caminando. “Échalo todo, toca vivir y seguir adelante”

P.

***

Transitando un proceso de crisis muy potente, hace unos meses todo brotó, patrones repetitivos, creencias limitantes, miedos saboteadores… la vida se me puso del revés en todas las áreas de mi vida y se inició un camino para verme en todas mis entrañas.

Cabreada conmigo misma, con cada whatsapp que recibía de como estaba, sin poder avanzar en mis respuestas, “igual o peor” y es que este proceso no es un simple catarro, es cuestión de tiempo y de un proceso importante que hay detrás. Reconozco que sigo con días de dudas, con miedos, con ganas de esconderme debajo de las sabanas. 

Metida entre la vulnerabilidad y el aparentar “la normalidad”, siendo la imagen de mi marca, siendo mi negocio, dedicándome a lo que me dedico, me digo “inocentemente” “que no se note”, “que no se note que estoy quebrada por dentro”, “desquebrajada por dentro”. 

Que no se note. 

Todo esto lo único que te hace es poner más presión sobre ti misma, rozando tu salud. 

Lidiar con un proceso de crisis emocional, existencial, entre tu liderazgo de negocio, es uno de los mayores retos de la vida.

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